En esta pandemia la industria farmacéutica está siendo aclamada como la salvadora. Los desesperados políticos occidentales han puesto todas sus esperanzas en la búsqueda del “Santo Grial” que representa la vacuna.
Occidente es incapaz de arbitrar medidas realmente efectivas. Se prioriza el beneficio económico y el cortoplacismo antes que la salud: paradójicamente la mejora de las cifras macroeconómicas no se producirá sino disminuyen los índices de contagio de forma significativa.
El negocio entorno a las vacunas genera un enorme beneficio (para unos pocos) y grandes paradojas: las inversiones públicas en I+D para combatir la epidemia se han traducido en una privatización de las patentes, el mercadeo al mejor postor de las vacunas, el acaparamiento y la utilización de los viales como una forma más de control político
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