Nosotros somos el ‘otro’ en las sociedades latinoamericanas. Un ‘otro’
sentado en la mesa poligonal, por nada redonda u ovalada, porque la
geometría de la colonialidad del poder distingue y aproxima, posiciona y
a la vez limita el posicionamiento. Esos límites tienen sus artificios y
sus complicadas elaboraciones para perpetuar el uso opresivo de la raza
(sin comillas, porque es algo serio). En las salas de conversaciones o
discusiones en alguna ciudad brasileña, colombiana o ecuatoriana
desoyendo las teorizaciones se ubica desigualdad e inequidad en
explicaciones gráficas y numéricas como democracia social, democracia
político y democracia racial. Otra vez la mesa, ahora circular, es el
intento situacional de reaprender sobre una sola y perfecta orilla,
disminuir cualquier jerarquía, porque es la comarca mínima de vecinos
sentados sin más importancia que el reconocimiento comunitario. A cada
convidado le corresponde la totalidad de miradas y abrazos.
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