Occidente es tan pródigo en los buenos discursos que se cree la
encarnación de los valores universales. Sin embargo, semejante dechado
de democracia y campeón de los "derechos humanos" utiliza siempre sus
supuestas virtudes para apoyar sus pretensiones hegemónicas. Como si
fuera una hada madrina que magnánimamente se dedicase a que su moral
coincida con sus intereses, reviste sus ambiciones materiales con
oropeles de justicia y legalidad. Así es como el "mundo libre" practica
el bombardeo a países extranjeros con fines "democráticos", pero
preferentemente en regiones ricas en hidrocarburos o en recursos
minerales. Conjugando a pies juntillas la creencia en sus presuntos
valores con la rapacidad capitalista, actúa como si pudiera convertir su
poderío económico en privilegio moral.
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