La violenta manifestación de grupos neonazis y miembros del Ku Klux Klan
que tuvo lugar en Charlottesville, Virginia el mes pasado, procesión
con antorchas incluida, y la reiterada defensa del presidente Donald
Trump de este encuentro racista, se han convertido en un punto de
inflexión en el Estados Unidos moderno. Trump dobló la apuesta la semana
pasada, cuando volvió a culpar a ambas partes por la violencia y
calificó a algunos manifestantes antirracistas y antifascistas como
“tipos malos” al día siguiente de reunirse con Tim Scott, el único
senador republicano afroestadounidense del Senado, a quien la Casa
Blanca llamó “Tom” Scott.
En resumen: Heather Heyer, una activista
de 32 años de edad, fue asesinada, y al menos 19 personas más
resultaron heridas cuando un neonazi arremetió su vehículo contra una
multitud de contramanifestantes antifascistas el 12 de agosto. Los
grupos de odio y los supremacistas blancos, que han ido en aumento desde
que Barack Obama se convirtió en el primer presidente
afroestadounidense, ahora se ven envalentonados por Trump.
En este
momento crítico de la política estadounidense, y también en esta época
de las Festividades Sagradas Judías de Rosh Hashaná y Yom Kipur, viene
al caso recordar la historia de la resistencia contra el fascismo. Las
historias de Ana Frank y Sophie Scholl –dos jóvenes alemanas; una judía y
otra cristiana– deberían guiarnos e inspirarnos en este tiempo de
oscuridad.
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