1. La imaginación, sostenía Spinoza, funciona como un conjunto de conclusiones separado de sus premisas. De modo exquisítamente imaginario, esto es ideológico, es como se nos han presentado en los medios de comunicación las poco sorprendentes revueltas acontecidas estos últimos días en Inglaterra. Si se intentaban seguir los acontecimientos a través de las cadenas de televisión, la necia pregunta que más se oía era " ¿qué se siente ahora en Londres?". La respuesta lógica era "temor e inquietud", pero, en ningún caso se preguntaban los "periodistas" qué estaba pasando y por qué. Con esa lógica implacable que comparte la geometría con la imaginación y el delirio ideológico, se asociaban las imágenes de los jóvenes saqueadores encapuchados negros y blanco con las de viejos temores a las clases peligrosas, aquella hidra de muchas cabezas magistralmente descrita en el libro de Peter Linebaugh y Marcus Rediker. Los pobres eran así el fondo oscuro y necesario de una sociedad que se presenta como libre y próspera. Ese fondo oscuro empezó a moverse bajo los pies de la gente biempensante y a perturbar su equilibrio. Lo que ocurría sólo podía atribuirse a la falta de integración de las distintas comunidades "de color" y a otros exotismos en los que se reproponía como explicación de los acontecimientos la figura del temible Calibán shakespeariano, aunque este nuevo Calibán, en muchos de los individuos que lo encarnaban era "de color"...."blanco" y había participado en las revueltas estudiantiles masivas contra el saqueo de la educación pública acometido por el gobierno de Cameron. Para Cameron y las distintas derechas británicas o extranjeras, se trata de "crime", de delincuencia que hay que combatir con los medios más rigurosos, llenando aún más esos auténticos dispositivos del nuevo apartheid que son las cárceles. Sin embargo, la ola de saqueos y de enfrentamientos con la policía de los últimos días no es sino el revés de la violencia estructural que produce a la vez la pobreza y la "peligrosidad" de los pobres.
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