Seguiré participando en debates sobre laicidad y el derecho a la libertad de conciencia y aplaudiré acciones reivindicativas, pero (personalmente) no participaré más en foros, reuniones y acciones directas con las y los políticos: “¡Tiro la toalla!”. -“Se van a reír de ellos y ellas mismas” y de las y los incautos de turno… De mí, evidentemente, no. Hasta tal punto, de que -a estas alturas- incluso me niego a seguir exigiéndoles: 1) Que supriman/cancelen/deroguen el “puto” Concordato católico de 1979 y los Acuerdos con otras religiones de 1992; 2) que cada año no les regalen a los obispos cientos de millones de euros robados impunemente a la Agencia Tributaria, ya que pagamos todos en connivencia con el Gobierno y el Parlamento (sólo en la última década han supuesto 2.721 millones de euros); 3) que no se “callen” ante el robo de las in-matriculaciones… y no sólo eso, sino que sean cómplices activos de ese expolio de patrimonio público por parte de la Iglesia católica; 4) que aprueben una Ley de Patrimonio Histórico Artístico para que éste siempre sea de gestión y propiedad pública; 5) que no mantengan la religión confesional en la escuela y que dejen de financiar -con miles de millones de euros- centros de ideario católico; 6) que eliminen -de una puñetera vez- el delito de blasfemia; 7) que consideren a las corporaciones religiosas como unas asociaciones más y no con un trato privilegiado y excepcional a nivel asociativo y fiscal; 8) que dejen de asistir oficialmente a liturgias religiosas… 9) que construyan los cimientos y el edificio de un Estado Laico, base de los principios democráticos… Y, por fin, 10) que, de una vez por todas, deroguen la anacrónica ley de Libertad religiosa de 1980 y elaboren una “Ley orgánica de libertad de conciencia”, tomando como base la propuesta de ley que Europa Laica elaboró en su día y puso a disposición de los grupos parlamentarios…
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