Esta es la pregunta del millón. Debería dirigirse más bien a diseñadores de potenciales escenarios futuros que a un historiador. Por dos razones: la primera es porque es el oficio de los primeros, con el que se ganan la vida y logran mayor o menor prestigio (luego, a muchos les pasa lo que a Herman Kahn); la segunda, porque es posible que entre quienes los lean hoy no estarán probablemente en condiciones de refutarlos cuando no se hagan realidad. La experiencia muestra que son decenas los escenarios aventurados por eminentes autores e instituciones que luego no se han materializado.
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