En el principio fueron los medios de comunicación. Son ellos los que transmitieron y dieron forma a la noticia del atentado de Oslo y luego de la matanza en la isla de Utøya. Lejos de informar sobre lo que realmente se sabía, los periodistas incorporaron sin recato alguno todo tipo de especulaciones sobre la autoría, reflejo de una agenda política que lleva elaborándose desde hace años. Cuando no se dispone de datos, las hipótesis posibles son infinitas, pero en esta ocasión sólo una se repitió invariablemente: "probablemente" se trataba de Al Qaeda, o un grupo islamista afín al mismo en respuesta a la publicación de las caricaturas de Mahoma o a la participación de Noruega en la ocupación de Afganistán, que tanto da. No hace falta un José María Aznar que llame a los directores de los diarios. El mecanismo se ha interiorizado de tal modo y se ha vuelto tan rutinario que la redacción se vuelve un acto reflejo.
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