sábado, maio 28
La culpa aquesta vegada no la té Madrid...
En la cultura política catalana, y en la cultura catalana en general, se suelen externalizar frecuentemente acciones y responsabilidades. No existió, suele afirmarse, el fascismo catalán ni el apoyo catalán al franquismo. Y si existió fue residual, insignificante. El franquismo fue algo exterior a Catalunya, algo estrictamente español que oprimió salvajemente la nación, su cultura y su lengua. Esa narrativa permite, por ejemplo, que Francesc Cambó tenga en Barcelona una importante plaza a él dedicada o que Samaranch, entre muchos otros, un franquista de casi toda la vida que jamás renunció al franquismo, fuera despedido con honores de Estado por una Generalitat presidida por un político profesional socialista (del PSC-PSOE quiero decir) como “catalán universal”. Lo mismo ocurre respecto a las posiciones políticas servil-franquistas, siempre ocultadas, de Salvador Dalí o de otros grandes escritores del país, o respecto al historial fascistoide de diarios como La Vanguardia y los grupos sociales propietarios que le han dado aliento y apoyo durante décadas y décadas. O no se habla de ello o no se le da importancia alguna.
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