Sorn Nita camina descompasada, casi a golpes, como si su cuerpo, agotado
de tanto arrastrarse arriba y abajo en la máquina de coser, se
rebelarse contra lo que está por venir. Otro día más de trabajo, como
todos desde que cumplió 13 años, en las fábricas de Phnom Penh. A ella
le tocan los pantalones y los vaqueros. «Como esos que llevas tú», me
dice. Al rematar la jornada, como tantas otras veces después del
atardecer, volverá a casa echando cuentas del dinero que le queda para
la semana. Los 100 euros mensuales no le llegan para pagar la renta, el
transporte y la comida. Es la condena común. Algunas compañeras de la
fábrica ya han comenzado a prescindir de lo único imprescindible de lo
que pueden prescindir: la comida. Así es como las mujeres del textil de
Camboya comienzan a debilitarse. De pura hambre.
Nenhum comentário:
Postar um comentário