domingo, novembro 21
La muerte, la cama, el mito
Disponemos de muchos refranes y proverbios políticos, pero ninguno ha funcionado tan bien en términos culturales como el de la muerte del general Franco en la cama. La evocación a su fallecimiento natural tiene la fuerza tonta de lo evidente, porque nadie negará que aquel anciano sanguinario terminó sus días en el lecho, adulado y ungido con aceites santos. El historiador Pere Ysàs, en un libro convincente publicado en 2004 –Disidencia y subversión es su título–, ha explicado que la popular frase sobre el pacífico expirar del dictador no es otra cosa que una metáfora ideológica. Lo es, y ha funcionado con eficiencia para establecer imágenes importantes del relato oficial sobre la fundación del Estado de derecho. Una de esas imágenes establecía la solidez del régimen –¿acaso no murió en cama el tirano?– y dictaba que la democracia fue producto del desarrollo natural de las cosas, de la evolución hacia la modernidad imparable. Un proceso dirigido por los hombres más innovadores y dispuestos del régimen, que llevaron su amor por la libertad en secreto desde que vestían pantalón corto; próceres generosos que permitieron la discreta y leal colaboración de una oposición imperceptible e incapaz, aunque, eso sí, molesta.
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