El discurso del presidente Barack Obama retransmitido a todo el Estado desde el Despacho Oval de la Casa Blanca el pasado jueves [27 de agosto de 2010] fue un ejercicio de cobardía y de engaño. Fue decepcionante para el pueblo de Estados Unidos y de todo el mundo en su caracterización de la criminal guerra contra Iraq. Y fue cobarde en su prosternación ante el ejército estadounidense.
El discurso no podía sino inspirar disgusto y desprecio entre quienes lo vieron. Obama, que en gran medida debe su presidencia al sentimiento en contra de la guerra del pueblo estadounidense, utilizó el discurso para glorificar la guerra a la que erróneamente se había considerado que él se oponía.
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