La primera vez que Dulce Caballero pisó la cárcel tenía 19 años. Para entonces ya acumulaba varias detenciones: por acudir a una manifestación contra la guerra de Vietnam, por participar en un viaje de las Comisiones Obreras, o como medida preventiva cuando llegaba el Primero de Mayo. Pero a finales de 1968, Dulce, responsable de organización de propaganda de las CC.OO. juveniles en Madrid, fue detenida junto a otros compañeros y compañeras mientras repartían octavillas. “Quedábamos en las esquinas de la calle Martín de los Heros [en Madrid] y en cada una le dejábamos a uno un paquete”, recuerda la mujer, que hoy tiene 74 años. Dulce era quien guardaba la llave del lugar donde estaba la propaganda y eso sirvió para que la condenaran a año y medio de cárcel. Caballero fue enviada a la prisión de Ventas, en Madrid, una cárcel emblemática de la resistencia a la dictadura: pensada en la Segunda República como centro modelo terminó por ser lo contrario: un “almacén de reclusas” que se llenó de presas de la represión franquista pero que también fue escuela de reclusas políticas hasta su final en 1969.
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