La metáfora de la aldea global, puesta en circulación por primera vez por Marshall Mc Luhan en los años 60, no ha dejado de utilizarse para designar los efectos de la contracción del espacio-tiempo en el que nos hace vivir la globalización capitalista. Una contracción que la pandemia del Covid-19 ilustra de forma espectacular: aparecida en el centro de China (Wuhan) en las últimas semanas de 2019, el coronavirus responsable de la misma tardó sólo unas pocas semanas en extenderse (aunque de manera desigual) por todos los continentes, a la escala y velocidad de la circulación contemporánea de mercancías, capitales y personas. Pero esta pandemia reveló mucho más profundamente ciertos límites, fracturas y, en última instancia, contradicciones dentro de esta globalización que, ayer, algunos periodistas anunciaban como feliz y luminosa. Tanto es así que, bajo el régimen del capital, el planeta no tiene nada en común con una comunidad aldeana unificada y pacífica.
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