La institución monárquica sufre hoy un deterioro cada vez mayor y más imparable. La abdicación de Juan Carlos I, en 2014, con el objetivo de detener esta deriva, no ha servido para ello porque “el rey campechano” –hoy “emérito fugado” a una satrapía del Oriente Medio- siguió alimentando todo aquello que le había conducido a tener que tomar esa decisión extrema y luego un exilio voluntario: algo impensable hace unos años y sin precedente en la historia de los Borbones.
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