sexta-feira, setembro 16
Adiós Lehman; hola crisis
Espero que no engañe a nadie la licencia que me permito en el título de este artículo: la crisis ya existía antes de la quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008, hace ahora tres años. Era la crisis de una economía productiva atrapada por el dominio de los fondos de inversión en los consejos de dirección de las grandes empresas, fondos dedicados a succionar beneficios que, en lugar de ser reinvertidos, se distribuían en forma de dividendos y bonificaciones; de unos trabajadores que veían mermados sus salarios y flexibilizadas hasta el extremo sus condiciones de trabajo y a los que no quedaba otro remedio que lanzarse de bruces al endeudamiento y, con ello, a la expropiación por la vía financiera de una parte creciente de su renta. Era la crisis de un capitalismo tardío, senil, que había encontrado en el mundo de las finanzas una huída hacia adelante y trataba de convencernos de que la división de la sociedad en clases sociales definidas en torno al trabajo había desaparecido y de que todos habíamos pasado, automáticamente, al estatus de capitalistas: empresarios de nosotros mismos y consumidores de bienes y servicios de acceso cada vez más dificultoso. De esa crisis nadie hablaba; al contrario, los economistas al servicio del poder político y financiero habían instalado en el imaginario colectivo la idea de que los ciclos económicos, como la historia, habían llegado a su fin y, con ellos, las crisis.
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